En España, es muy normal que nos preguntemos cuál es la diferencia entre un osteópata y un fisioterapeuta. Esto es así porque, desafortunadamente, ni la legislación española ni los colegios profesionales han dado una definición adecuada y completa de la figura del osteópata y de las prácticas que lleva a cabo.
Es probable que tengamos bastante claro qué hace un fisioterapeuta, qué dolencias trata e incluso en qué consisten los estudios oficiales que conducen a conseguir el título de fisioterapeuta. Por el contrario, alrededor de la osteopatía y de los profesionales que ejercen esta especialidad pesan bastantes prejuicios y un cierto grado de oscurantismo.
Aunque a menudo se empareja la osteopatía con la fisioterapia, son dos especialidades independientes
El reconocimiento de la osteopatía como práctica médica depende del país. En Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido, tiene estatus oficial desde hace, al menos, dos décadas. La OMS (Organización Mundial de la Salud) considera la osteopatía “una profesión sanitaria de primera intención e independiente de otras”.
En otros países de la UE, como España, aún no ha sido reconocida y no hay estudios oficiales –sólo postgrados con certificación propia-. Sí que existe una entidad reguladora de esta profesión, a nivel nacional, llamada Registro de Osteópatas de España (ROE).
En nuestro país, es el fisioterapeuta el que se especializa, estudia y practica la osteopatía
¿Qué es la osteopatía?
La osteopatía tiene una visión global tanto del cuerpo como de las dolencias que lo pueden aquejar. Es una especialidad basada en el sentido del tacto y en la manipulación manual.
La osteopatía no utiliza aparatos mecánicos ni eléctricos de ningún tipo, es una técnica manual basada tanto en estiramientos como en movimientos suaves. A través de diferentes técnicas, pretende mejorar la movilidad y la amplitud de movimiento de las articulaciones.
La fisioterapia incluye una amplia variedad de tratamientos que van desde la manipulación de articulaciones hasta aconsejar sobre ejercicios terapéuticos, el uso de la electroterapia, el kinesiotaping o el drenaje linfático. Es insustituible para tratar muchas lesiones, reducir la inflamación y el dolor muscular en patologías crónicas o recuperar la movilidad articular tras una operación.
La osteopatía se divide en tres especialidades: estructural, craneal y visceral
Osteopatía estructural, craneal y visceral
La osteopatía estructural es, probablemente, la más conocida y aceptada de los tres tipos. Se dirige al tratamiento de dolencias músculo-esqueléticas, en particular, aunque no exclusivamente, las de la columna vertebral, las cervicales y el torso.
La osteopatía craneal, como su nombre indica, es aquella especialidad osteopática que se centra en el tratamiento del mal funcionamiento y las limitaciones de los huesos que conforman el cráneo. Aunque a priori nos pueda parecer que los huesos del cráneo son totalmente rígidos, no lo son; tienen capacidad de movimiento, entendiendo éste como un “deslizamiento” más que como sería propio de una articulación.
Por su parte, la osteopatía visceral se centra en el tratamiento de los órganos y vísceras. El mal funcionamiento de los órganos repercute, a menudo, en el aparato locomotor ya que están unidos a él por fascias y ligamentos.
¿Qué dolencias se pueden tratar con técnicas osteopáticas?
Como hemos visto, la osteopatía es una técnica global que tiene en cuenta el funcionamiento del cuerpo en su conjunto. El aparato locomotor, los órganos y hasta las emociones están ligadas entre sí de forma holística -un todo que va más allá de la unión de sus partes-.
Entre las dolencias más usuales que se pueden tratar exitosamente con técnicas osteopáticas podemos destacar diferentes molestias de la columna vertebral (lumbalgia, ciática, hernia discal…), problemas digestivos (estreñimiento, gastritis…), bruxismo o las migrañas y cefaleas tensionales.
La osteopatía infantil se centra en el tratamiento de los cólicos del lactante y la plagiocefalia.