La fibromialgia es una patología crónica que afecta al sistema nervioso central. Aunque es una enfermedad relativamente común, afecta a cerca del 3,5% de la población, pesa sobre ella un gran desconocimiento e incluso un cierto estigma social. De hecho, se estima que cerca del 75% de los casos de esta enfermedad ni siquiera se ha diagnosticado.
Las personas que sufren este trastorno conviven con el dolor a diario: se levantan y se acuestan sintiendo intensos dolores musculares que, a menudo, les impiden realizar con normalidad las tareas cotidianas más sencillas, como vestirse. Aunque no invalida, limita en sumo grado las actividades rutinarias, de ahí que se la conozca, comúnmente, como “incapacidad invisible”.
Cerca del 90% de los afectados por fibromialgia son mujeres de mediana edad
El dolor afecta a las partes blandas del cuerpo, músculos, ligamentos y tendones; no proviene ni de los huesos ni de las articulaciones aunque a menudo los pacientes tengan la sensación de que así sea. Quienes sufren esta enfermedad padecen dolor músculo-esquelético generalizado y tienen una sensación constante de cansancio.
El origen de este trastorno crónico es desconocido aunque, en los últimos años, se ha puesto en relación con procesos de sensibilización e hipersensibilidad central conocidos como «síndromes de sensibilización central” entre los que podemos encontrar otros más conocidos como las migrañas o cefaleas, el síndrome de fatiga crónica o el del intestino irritable.
Causas múltiples
La fibromialgia puede aparecer a raíz de numerosas alteraciones, tanto físicas como psicológicas, de ahí que se considere que su tratamiento debe de ser multidisciplinar.
Se conocen casos relacionados con el desequilibrio de los neurotransmisores del sistema nervioso, con la alteración del flujo sanguíneo y de los niveles de ciertas sustancias que intervienen en procesos neuroquímicos. No es infrecuente que aparezca esta dolencia tras sufrir infecciones víricas o traumas musculares. En el plano afectivo, está muy relacionada con la depresión.
Muchos pacientes que sufren fibromialgia presentan bajos niveles de serotonina. Esta sustancia química, que actúa como neurotransmisor en nuestro organismo, tiene una relación directa con las experiencias de dolor, la ansiedad, los estados de ánimo, el sueño y hasta el humor.
En los últimos años, diferentes equipos de investigadores se han centrado en la búsqueda de los genes que pueden ser los causantes de la aparición de este trastorno –en los casos de origen genético- y en la disfunción mitocondrial que podría estar relacionada con la inflamación que, en ocasiones, va asociada a la fibromialgia.
Los síntomas de la fibromialgia
Uno de los problemas principales con los que se encuentran los afectados por esta patología es la tardanza en ofrecerles un diagnóstico certero. A menudo, los síntomas son confundidos con los propios de otras enfermedades o, simplemente, se achaca la fatiga sentida a falta de sueño o a períodos de estrés.
Los pacientes acuden una y otra vez al médico de familia porque los paliativos que les receta no surten el efecto deseado. Pueden pasar meses hasta que el facultativo los deriva al reumatólogo, u otro especialista adecuado, ya que no es evidente que el origen de la dolencia sea muscular.
Además del dolor intenso, generalizado y crónico, este trastorno puede presentar otros síntomas asociados. Entre ellos, los más comunes son:
- Sensación de cansancio, que puede durar días e incluso convertirse en permanente.
- Alteración del sueño.
- Hormigueo o palpitaciones en diferentes partes del cuerpo.
- Rigidez muscular, especialmente por las mañanas al levantarse.
- Problemas de concentración y memoria.
Cómo mejorar la calidad de vida
El tratamiento farmacológico está especialmente dirigido a mitigar el dolor y a incrementar los niveles de serotonina. El médico será el encargado de valorar qué tratamiento es el más adecuado para cada paciente.
Una buena alimentación, realizar ejercicio moderado y tener hábitos regulares de sueño forman parte del tratamiento de esta patología
Nuestra dieta debe de ser sana y equilibrada, con un aporte elevado de alimentos ricos en vitaminas y minerales. También necesitamos carbohidratos complejos que nos darán la energía necesaria para enfrentarnos al día –cereales y granos integrales, no refinados-. Según cada caso de fibromialgia, será recomendable dejar de consumir ciertos alimentos aunque, en términos generales, los productos refinados, ricos en grasas y azúcares saturados son perjudiciales.
La reducción del sobrepeso, en el caso de que lo haya, es otro de los objetivos que se pretenden alcanzar gracias a los cambios en los hábitos alimenticios.
El descanso es primordial de ahí que debamos intentar mantener hábitos de sueño regulares. Antes de acostarnos, podemos llevar a cabo ejercicios de relajación.
También es aconsejable practicar, diariamente, ejercicio suave, sin forzar. Servirá para estirar los músculos y mantener un tono físico adecuado. Es especialmente aconsejable el entrenamiento en el agua.
La fisioterapia consigue aliviar el dolor, repercute positivamente en la calidad de nuestro sueño y nos ayuda a mitigar la sensación de agotamiento. Nuestro fisioterapeuta, tras analizar el caso particular de cada uno, nos aconsejará qué tratamiento es el más adecuado. Entre los más eficientes encontramos la masoterapia, las movilizaciones de baja velocidad, los estiramientos suaves, la liberación o inducción miofascial y la electroterapia.
La actitud con la que nos enfrentamos a esta patología es fundamental. Podríamos decir que el aspecto psicológico tiene tanto peso, o más, que el resto de factores que estamos comentando por lo que es importante fortalecernos también en este sentido, sea acudiendo a la consulta de un psicólogo, siendo positivos y no dejándonos vencer por las dificultades que vamos encontrando o teniendo una vida social activa.