A medida que cumplimos años, nuestro cuerpo se va transformando. Nosotros mismos nos damos cuenta de muchos de estos cambios aunque hay algunos que se nos escapan. A partir de los cincuenta años, sobre todo en el caso de las mujeres, los cambios fisiológicos, psicológicos y funcionales se multiplican.
En este artículo me gustaría tratar sobre estas modificaciones, en particular sobre las físicas, sus implicaciones y cómo podemos reducir el impacto que tienen sobre nuestra vida cotidiana.
La práctica de ejercicio, una dieta sana y el fortalecimiento de músculos y huesos son recomendaciones básicas para mejorar la calidad de vida de cualquier mujer que haya cumplido los 50
El envejecimiento de los músculos y de los huesos es un proceso natural aunque no por ello debe de ser asumido sin más. Si ponemos de nuestra parte, conseguiremos que el proceso sea mucho más lento y, por tanto, que nuestra calidad de vida sea mayor.
El cuerpo cumple años
Cuando nos adentramos en la cincuentena, los cambios corporales que observamos están relacionados con la masa muscular, con la grasa y con los huesos.
- Pérdida de masa muscular: A partir de los 50 años, la disminución en la cantidad de masa muscular es mucho más pronunciada. Además, va en paralelo con un aumento de la proporción de grasa intramuscular.
- Pérdida de fibras musculares y del grosor del músculo.
- Incremento de la cantidad de grasa corporal: A lo largo de la vida, el porcentaje de grasa corporal crece. Hacia los 55 años, se corresponde con el 29% de la masa total en las mujeres. El problema es que continúa aumentando mientras que la masa muscular decrece.
Muchos estudios evidencian que la disminución de la actividad física, que suele acompañar el envejecimiento, está directamente relacionada con la pérdida de masa muscular y el incremento de la grasa. - Pérdida de densidad ósea: Los huesos pierden calcio y otros minerales, especialmente en el caso de las mujeres tras la menopausia.
Osteoporosis
La enfermedad más frecuente relacionada con esta pérdida de densidad ósea es la osteoporosis, mucho más común en mujeres que en hombres, sobre todo en el período postmenopáusico.
La osteoporosis es sinónimo de huesos débiles y desgastados por lo que, aparte del dolor que suele acompañarla, también hace más fácil que se produzcan fracturas. Para disminuir el riesgo de rotura, es aconsejable que nuestra dieta incluya alimentos ricos en calcio (o complementos que nos aporten este mineral) y vitamina D, reducir el consumo de alcohol y dejar de fumar.
El tratamiento fisioterapéutico conseguirá aminorar los síntomas y las secuelas de la patología e irá acompañado de una serie de ejercicios que pueden ser acuaeróbicos, para el fortalecimiento de los músculos, para reforzar el equilibrio o, simplemente, caminar para mantenernos en buena forma física.
Artrosis y artritis reumatoide
La artrosis es la inflamación de las articulaciones de los huesos y, lamentablemente, copa el primer puesto en la clasificación de enfermedades articulares más frecuentes, siendo, además, degenerativa. Por su parte, la artritis reumatoide consiste en la inflamación de la membrana sinovial y es una enfermedad crónica y degenerativa.
Ambas dolencias se pueden paliar evitando el sobrepeso y haciendo ejercicios específicos para las zonas afectadas (manos, rodillas etc.) Los fármacos, analgésicos, suelen recetarse para minimizar la sensación de dolor.
El tratamiento con fisioterapia abarca desde el drenaje linfático o la terapia miofascial hasta la osteopatía. Se centra en liberar los músculos, activar la circulación de la sangre y reducir el nivel de estrés físico.
Refuerzo del suelo pélvico para minimizar la incontinencia
La incontinencia urinaria preocupa a muchas personas pero, especialmente, a las mujeres, que son las más afectadas por esta pérdida involuntaria de orina que, cuando menos, resulta incómoda. La incontinencia está muy relacionada con los músculos del suelo pélvico por lo que trabajar estos y fortalecerlos es clave para evitar estas molestas pérdidas.
La fisioterapia cuenta con diferentes técnicas para corregir y controlar la incontinencia: técnicas manuales, ejercicios de Kegel, electroestimulación y gimnasia abdominal hipopresiva. También el pilates incluye una serie de ejercicios que trabajan específicamente sobre estos músculos.