Recuperarse de una luxación con fisioterapia
recuperarse de una luxacion

Quizás a algunos os sorprenda saber que la fisioterapia trata las luxaciones, sean de hombro, de rodilla, de codo o, incluso, de cadera. Muchas personas piensan, y no están equivocadas, que la fisioterapia se ocupa de los músculos, articulaciones y demás tejidos blandos pero no de la rotura de huesos. Sin embargo, la fisioterapia es muy recomendable para tratar todos los problemas derivados de una luxación o rotura de un hueso. Veamos por qué.

La fisioterapia trata los daños colaterales de una luxación: rigidez, pérdida de tono  muscular, inmovilidad de la articulación, edemas y dolor

¿Cómo se produce una luxación?

La luxación se produce cuando un hueso se sale de la articulación y, por lo tanto, se produce una dislocación. Generalmente se debe a un traumatismo, un golpe o una caída accidental. La luxación de hombro es bastante común cuando practicamos deportes de contacto, como el fútbol o el baloncesto, o cuando vamos a la nieve a esquiar o hacer snowboard.

La luxación de rótula, además de producirse por traumatismos, es bastante común en personas con los pies planos o cuando la parte del cuádriceps que sujeta este hueso tiene poca fuerza. Como sabemos, la luxación de cadera se produce, a menudo, por caídas, sobre todo en el caso de las personas de edad avanzada.

Tratamiento fisioterapéutico de una luxación

Dependiendo de la gravedad de la luxación y de la inestabilidad que presente el hueso, el traumatólogo decidirá si es suficiente con inmovilizar la zona afectada o es necesaria una operación quirúrgica. En ambos casos, la fisioterapia será útil para tratar la lesión.

Las diferentes técnicas fisioterapéuticas tienen una cuádruple misión: por una parte, ayudar en la consolidación del hueso y el músculo; por otra, tratar todos los tejidos blandos que se vean afectados así como prevenir posibles complicaciones y recaídas. También es adecuada para conseguir la reducción de los efectos negativos de la inmovilización.

  • Durante la inmovilización

En primer lugar, nos centraremos en mitigar el dolor y en reducir el edema, si se ha producido. Para reducir el dolor, podemos utilizar electroterapia, masaje descontracturante y, muy importante también, el tratamiento postural.

El edema puede ser tratada con éxito mediante técnicas de drenaje manual, muy recomendables para los problemas circulatorios ya que ayuda a aliviar la retención de líquidos como la sangre o la linfa. El drenaje también puede ir dirigido a tratar la cicatriz fibrosa dado que ésta puede reducir la capacidad de contracción del músculo afectado.

Durante el período en el que el hueso está inmovilizado, es recomendable realizar ejercicios de refuerzo de la musculatura en la zona de la extremidad que no ha sido afectada por la lesión.

  • Tras la inmovilización

Es muy probable que la inmovilización produzca rigidez en las articulaciones y atrofia de la musculatura. También suele ser frecuente que nuestro cerebro se olvide de cuál es la postura correcta de la parte del cuerpo que ha resultado lesionada y ha estado durante semanas inmovilizada. Esto es lo que se conoce en medicina como propiocepción, es decir, la concepción cerebral que tenemos de nuestro propio cuerpo.

La segunda parte del tratamiento, por lo tanto, va dirigida a aumentar la amplitud de las articulaciones afectadas, recuperar la estabilidad y reforzar la musculatura. Llevaremos a cabo tanto la movilización pasiva como activa, cuando ésta sea posible, y lo que en fisioterapia se llama elongación, es decir, estiramiento de la musculatura.

Los ejercicios y técnicas de propiocepción nos permiten devolver la seguridad de movimiento y la estabilidad a la articulación dañada.

En el caso de que se vaya a producir una intervención quirúrgica, las técnicas de fisioterapia pueden emplearse tanto de forma previa a la operación,  para fortalecer la musculatura, como posteriormente, para conseguir devolver la movilidad y elasticidad perdida a la articulación.